En las
historias de superhéroes los protagonistas dan empuje a la trama a medida que
los vemos hacer de las suyas con sus superpoderes y envueltos en sus trajes, raras
veces se logra que la identidad secreta sea más interesante que el alter ego.
Este es el caso de Iron Man 3, la
columna vertebral de la historia es Tony Stark. Cuando está con su armadura
electro mecánica tiene poca importancia, de hecho, detrás del traje está Jared,
la inteligencia artificial que juega al sidekick que hace la mayor parte del
trabajo pesado mientras Tony hace las cosas divertidas
como vencer al mal o jugar al detective.
Más
allá de la sólida interpretación de Robert Downey Jr. está el personaje bien
construido de Stark, me atrevo a decir que es un arquetipo del siglo XXI,
replicado ya en la TV en series como DaVinci´s demons y supuestamente inspirado en personas ¿reales? como Steve
Jobs o Elon Musk. Él es un
genio alfa que está más allá de la búsqueda del éxito material, Stark es un
personaje de ego desbordado que quiere una gloria que está ligada a su talento
como inventor e ingeniero. Poco le importa que el Mandarín sea una amenaza para
su país, se lo echa de enemigo sólo después que un amigo cae víctima de éste y
le pone el reto de descubrir cómo es que lleva a cabo sus atentados sin dejar
rastros de un artefacto explosivo.
El mundo apenas es un lienzo para
que Tony dibuje en él. Semejante al Dr. Manhattan de Watchmen,
Stark, distraído en sus labores crea un dispositivo que le permite controlar
sus trajes a distancia y con eso entretener a Pepper mientras él sigue
obsesionado, construyendo y mejorando nuevos exoesqueletos para Iron Man.
Para mí
la entrada se pagó con la imagen del robot metálico y vacío que engaña
fácilmente a su esposa hasta que ésta quiere estar con lo que está debajo de la
armadura, que desea la carne y sustancia que debería latir debajo del traje
brillante y entonces no encuentra nada, ¿cuántas mujeres no se dejan deslumbrar
por esas armaduras? ¿Cuántas no se engañaron así mismas con nuestro Iron Man
criollo de victorias pírricas (y que va camino a ser una caricatura como la del
Mandarín)? La verdad es que el marido de Pepper está más interesado en seguir
construyendo artefactos que en ella.
Stark es una hipérbole de las
obsesiones masculinas, ¿no es acaso esa manía semejante a la de los
profesionales, empresarios, atletas, artistas, escritores? ¿No busca todo
hombre dejar su huella a través del ejercicio de sus talentos? Incluso el Buda
y Jesús usaron sus destrezas hasta sus últimas consecuencias, aunque no para
vanagloriarse en sus obras y jactarse de ellas, sino para despojarse, al igual
que Stark, de sus armaduras vacías.
Por lo tanto no podemos
extrañarnos cuando Tony se libera de su invento más preciado. Así como en la
entrega anterior ese aparato casi lo mata, en esta descubre que en realidad ya
no le hace falta. Que ese invento, que tuvo su utilidad momentánea, era la
fuente de energía de sus miedos y sus obsesiones, del temor de pasar por la
vida sin dejar huella, de que en este paseo no quede nada de nosotros, que en
nuestro paso vital nunca nadie nos mire nuestro pecho brillante. Pero yo le
digo a Tony, y a mí mismo, que no debemos angustiarnos, que a pesar de todas
nuestras oscuridades, y como decía el maestro Tom Jobim: en el pecho de
los desafinados también late un corazón.
Así mismo me quedo con la
secuencia de Tony arrastrando a su armadura sin energía, una muestra de cómo a
todos los hombres nos toca lidiar con nuestras maravillas que están destinadas
a dejar de funcionar. Como cuando me tocó empujar mi carro accidentado en la
Isabelica, o reparar el sifón goteante del fregadero, o la filtración de la
cocina, o el corto circuito de las lámparas, o romper una puerta a la que se le
dañó el picaporte, o detectar la fuga del tanque de agua, o reparar el herraje
del WC o las llaves de la regadera.
La frase del cierre tiene una
desparpajo que le faltó al último Batman: sí, Tony, tú eres Iron Man, pero
sabemos que en ese momento quien habla es Robert Downey, quien quedará como el
verdadero Iron Man así como Christopher Reeves es Superman. Batman puede ser
cualquier otro.
Por eso, Hombre de Acero
(bostezo), aunque vengas de la mano del amigo Snyder, no me esperes en el cine.
BONUS TRACK
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