lunes, 22 de abril de 2013

En el día de la Tierra alguien tiene ganas de escapar.


INVISIBLE

 


Si me quedo entre estas hojas no me verán por un buen rato. Algunos creen que la práctica de la invisibilidad es apenas un juego, yo lo disfrazo como pasatiempo, pero en realidad no existe cosa más importante para mí que desvanecerme. Dedico bastante de mi tiempo a esta práctica, suelo pensar en las diversas tácticas para esfumarme en la multitud y luego lo pongo en práctica en las jornadas de trabajo. Esto me ha permitido escapar de caminar horas y horas bajo el sol, cargando a un pedazo del mundo en la espalda. Entre algunas de mis técnicas tengo el caminar paralelo (marcho al lado de algunos de mis compañeros más grandes y éstos me aplastan con el peso de su sombra), esto me permite pasar cerca del capataz sin ser advertido. Otro de mis métodos de invisibilidad son las exploraciones: suelo intricarme en la vegetación para buscar fuentes de nuevos recursos y mejores áreas de trabajo. Así camino un rato entre la vegetación y luego me echo entre las hojas. Al final de la jornada tomo algunas hojas secas de la zona y se las presento al capataz, el cual se las lleva a sus superiores para notificarles de las áreas no aptas para la explotación (esas son áreas sólo dignas de mi descanso). Gracias a las exploraciones descubrí mi otra vocación: la búsqueda de nuevos parajes, en estos paseos me he tropezado con toda clase de plantas extrañas y seres impensables.

Hace poco descubrí que todos nos volvemos invisibles cuando marchamos con nuestra sonrisa postiza y nos diluimos en esta fila que se pierde entre los vértices del mundo.

         Mientras ellos se hacen mejores con el trabajo diario yo prefiero seguir convirtiéndome en un paria, en un inútil, en un invisible. Pronto huiré de esta colonia de trabajadores autómatas y podré explorar los confines del jardín, buscaré nuevas formas de vida y nuevas civilizaciones, viajando audazmente a donde ninguna hormiga ha llegado antes.

Javier Domínguez

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