2001: Odisea del Espacio. Arthur C. Clarke/Stanley Kubrick
Esta elección
pudiese parecer una opción fácil, una salida de consenso con la que todos
estaríamos de acuerdo. Pero la verdad es que 2001 es una de las películas que
forma parte de mi Top Ten personal y no podía dejarla pasar. Cada vez que la
veo encuentro nuevos detalles y perspectivas que no había notado antes y
redescubro la riqueza de su discurso visual en las que está todo y por lo tanto
la economía de diálogos era indispensable.
Investigando un
poco veo que la novela fue una ampliación de una historia original llamada El
Centinela que Arthur C. Clark escribió en 1948 para participar en un concurso
de la BBC. Aunque
no llegó finalmente a presentarla en el concurso por algún motivo. No estoy
seguro si el libro que leí (2001: Odisea del Espacio) era en realidad una novelización del guión (que fue escrito por Kubrick y Clarke) o si
Clarke rehizo la historia a petición de Kubrick y luego adaptaron el guión.
En fin, la novela
me permitió entender muchas cosas que en la película están sugeridas o son
tocadas a la ligera porque tal vez Kubrick no las consideró importantes o quiso
dejar cosas abiertas a la interpretación del espectador. En el libro, Clarke es
bastante claro desde la introducción al decir que los saltos de la evolución humana
pudieron ser iniciados por extraterrestres que detectaron cierto potencial en
una clase de primate de un planeta de cierto sistema solar en la periferia de la Vía Láctea.
En el libro la
historia de los primates es mucho más extensa que en la película y Clarke
dibuja la historia de la tribu, las penurias por la sed, el hambre y el miedo a
ser atacados cada noche por un leopardo que iba cada tantos días a comerse a
uno de ellos. Los humanoides tenían nombres y había un protagonista que a su
vez lideraba a la tribu y que se debatía entre permanecer en el mismo sitio o
arriesgarse a buscar un nuevo refugio, este protagonista también miraba
constantemente a la luna y se preguntaba como alcanzarla. Un día aparece el
monolito y el primate líder lo toca. En este contacto ocurre la activación del
monolito y éste a través de un ruido agudo e intenso desmaya a la tribu e
inicia el proceso de reconfiguración celular que los llevaría a hacerse más
inteligentes y sentaría las bases del primer salto evolutivo. Luego los
primates descubrirían las primeras herramientas con las cuales matan al
leopardo y después a los enemigos de las tribus vecinas que no estuvieron en
contacto con el monolito, así como el consumo de carne y el fuego.
De esta forma se
explicaría la mezcla del instinto animal e inteligencia siempre presente en la
naturaleza humana, siendo ese instinto una reminiscencia de nuestra forma
originaria más primitiva. En la película el matiz es más interesante: el
primate que descubre el hueso de un animal para defenderse (es decir la primera
herramienta), la lanza al cielo de la noche y luego nos encontramos con una
nave espacial que tiene, casualmente,
la forma del hueso lo que da a entender que ese primer salto de la evolución
permitió el desarrollo de la inteligencia objetiva, del pensamiento analítico y
con ello de la conciencia científica y tecnológica. Y todo esto lo muestra
Kubrick con una secuencia de solo unos segundos: el hueso que asciende y que en
su descenso se convierte en una nave espacial. He ahí el poder de la síntesis,
pero también es una imagen que me tomó mucho tiempo de digerir y comprender.
Desde esa escena
hasta la desconexión de Hal-9000 la película y el libro son bastantes exactos.
En el libro Clarke se toma la molestia de explicar muchos detalles tecnológicos
sobre el viaje espacial, desde el funcionamiento del baño de la nave que lleva
al Dr. Floyd a la estación espacial, hasta cómo se podría generar gravedad
artificial en dicha estación.
En la parte del
viaje a Júpiter (que en el libro era a Saturno) la interacción entre los
astronautas y Hal-9000 permite a Clarke exponer las ventajas y peligros del uso
de la inteligencia artificial para tareas complejas como los viajes espaciales.
Kubrick va mucho más allá y hace un estudio de la naturaleza de las neurosis al
mostrar como la angustia de mentir produce en Hal un estado de estrés que
termina por manifestarse en fallas
sicosomáticas. Hal no puede comunicar el verdadero propósito de la misión y
a mitad del viaje reporta un fallo en la antena de comunicaciones (una
proyección de su propio malestar síquico, ya que es Hal el que no tiene
permitido comunicarse libremente). Así mismo empieza a desarrollar un estado
paranoico al considerar que los astronautas tienen también secretos ya que él mismo
guarda uno muy importante.
Así Kubrick
muestra de manera didáctica y verosímil como las enfermedades y los malestares físicos
son proyecciones de los estados de la mente (Hal es un símbolo de la psique
humana en su aspecto lógico y analítico exactamente lo que los extraterrestre
habrían ayudado a desarrollar) y eso plantea otra pregunta: ¿entonces la mente
humana es al fin y al cabo solo una computadora muy compleja? ¿Qué es lo que
nos hace humanos? ¿La parte animal que está latente en nuestra carga genética?
Desde que Bowman
apaga a Hal hasta su encuentro con el monolito en la película pasan unos
minutos, pero en el libro iban a mitad de viaje y hay que soportar como cien
páginas del astronauta solo en la nave
Discovery. En ese lapso se dan detalles
importantes que luego entenderemos en el viaje sideral que emprende Bowman al
entrar en contacto con el monolito (tanto en la película como en el libro es un
viaje alucinante), como por ejemplo que Bowman había estado en el hotel Waldorf
Astoria de Nueva York y tomaba siempre la misma habitación y esa es la
habitación en la que aparece el astronauta en la película, ese detalle se pasa
de manera muy somera al inicio de la segunda parte y se hace difícil entenderlo
cuando se le ve por primera vez. En la novela se explica que Bowman está siendo
observado por los extraterrestres que lo están evaluando para ver el estado de
evolución de la raza humana.
Finalmente Bowman
envejece y muere y es entonces cuando los extraterrestres pueden ayudar para
que se de el siguiente paso en la evolución: el salto de la consciencia, el
cuerpo y la mente humana deben apagarse como Hal-9000 para dar paso esa otra
etapa que es el despertar de lo verdaderamente humano, de la consciencia
liberada de las ataduras de la mente y la carne. Como lo es el
Bowman renacido que mira a la Tierra desde un vientre astral.
Sin embargo tanto
Clark como Kubrick se quedan en el aspecto analítico del asunto y no explican
cómo es que puede darse ese salto ¿tenemos que esperar por los extraterrestres?
Afortunadamente 40 años después del estreno de la película vino Terrence Malick
a enmendarle la plana a ambos con su hermosa y magistral película, El árbol de la vida. En la secuencia
final Malick rehace el viaje sideral de Bowman con un Sean Penn atormentado que
va dando tumbos en un desierto hasta que se encuentra con un portal de piedra
(en clara alusión al monolito de 2001) y éste lo cruza y experimenta un salto,
un viaje en el que Malick hace evidentes analogías con el viaje sideral de
Bowman y finalmente llega a una playa en la que se encuentra con sus padres
rejuvenecidos, con sus hermanos y las personas que cruzaron en algún momento
por su vida y el personaje de Penn usa ese reencuentro para hacer las paces con
sus demonios internos.
Malick muestra
que el verdadero viaje al encuentro de lo humano, el salto hacia el superhombre no es al exterior sino por
el contrario es un recorrido por la vía de nuestra memoria (en la que está
presente la conexión con todo lo que ha existido) para encontrar, a través de
la vivencia de los sentimientos, la playa del espíritu, las aguas del alma que
nos ponen en contacto con nuestra parte sana, coherente y significativa.
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