viernes, 5 de abril de 2013

DÍA 08: UNO PARA LEER POR FRAGMENTOS



Curso de literatura europea. Vladimir Nabokov.


Estos son los apuntes que utilizó Nabokov para sus clases en la universidad de Wellesley y Cornell, en ellos analiza las obras de autores como Jane Austen (de quien Nabokov se siente complacido en leer aunque es una mujer).

En la introducción a esta compilación de apuntes, Nabokov señala que el mejor lector no es aquel que ha leído todos los clásicos o los contemporáneos, sino aquel que puede revisitar los libros y extraer de éste nuevos enfoques y puntos de vista. Descubrir pliegues secretos que antes habían pasado desapercibidos, percibir el aroma de una época por las descripciones de hechos y costumbres aparentemente inocuos. Es decir, el verdadero lector se diferencia por la calidad de sus lecturas.

Me agradó mucho el análisis que hizo de Stevenson y del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (el único autor del tipo popular que le pareció interesante a Nabokov) y como cruza las personalidades de ambos individuos a través de unos dibujos con círculos (o diagramas de Venn según la teoría de conjuntos). En unos había figuras geométricas coherentes y otro con dibujos caóticos, los cruzaba y parecía que obtenía nuevas figuras eclécticas, pero al mismo tiempo con un cierto balance interno. Me pareció una manera ingeniosa de mostrar la personalidad como un medio continuo en el que se entrecruzan las partículas de lo racional con lo irracional.

También está el análisis que hace del Ulises de Joyce nombrando pequeños detalles de época con los que se encuentra Leopoldo Bloom a lo largo del día. Como ya había dicho en otro post, Vila-Matas usaría la misma estructura de los apuntes de Nabokov para armar su novela Dublinesca, de tal forma que el desglose del profesor Nabokov pudiese ser válido para mirar la novela de la vida personal, y así detectar en una relectura el propio encanto de nuestras vidas.

El libro cierra con una especie de reclamo al sentido común, entendiéndose éste, como la lógica de las masas y al final una especie de fascismo por convención a la que debemos someternos todos para no ser apartados de la sociedad. Nabokov nos invita a disfrutar de nuestras pequeñas irracionalidades, de nuestros momentos de inadaptabilidad con el mundo, de deleitarnos mirando un error ortográfico en una valla lejana mientras caemos del techo de la casa, del hombre que entra en una casa en llamas a salvar un niño pero al mismo tiempo dedica varios segundos para rescatar también su juguete favorito.

Ahora ¿por qué atesorar los momentos que rechinan contra la realidad? ¿No es esto de ir contra el sentido común una locura? Lo es cuando nos quedamos atascados en la irracionalidad, cuando no son conjugados con un fin específico por la personalidad artística, que es enriquecida por la mirada de la otredad, de lo extraño.

 Un libro que puede disfrutarse en trozos y sin ningún orden particular, un pequeño tesoro para los que carecemos de una formación literaria.

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